16 Abr Infancia, adolescencia y crecimiento
Los estilos de vida y los hábitos alimentarios de las sociedades diseñan en buena parte su salud y previenen o promueven la aparición de determinadas patologías crónicas a lo largo de la vida:
– Enfermedades cardiovasculares
– Algunas tipos de cáncer
– Obesidad
– Osteoporosis
– Caries dental…
Estas patologías descritas anteriormente comienzan a desarrollarse en las primeras etapas de la vida. Así, por ejemplo, se ha visto depósito de colesterol en las arterias (arteriosclerosis) a partir de los 10 años de edad; la obesidad está aumentando de manera alarmante entre la población infantil, etc.
Por otro lado, a pesar de la cantidad y variedad de alimentos de los que disponemos, en los países desarrollados se observan deficiencias de micronutrientes (vitaminas y minerales), ya que la dieta suele ser desequilibrada.
Este desequilibrio también es frecuente en los niños y adolescentes, primero por el hecho de crecer, y segundo por la mala alimentación.
El crecimiento supone:
– Aumento de la masa corporal
– Desarrollo orgánico
– Maduración funcional
El crecimiento requiere:
– Incrementos en las demandas energéticas
– Incrementos en las demandas nutricionales
La necesidad de nutrientes en los niños y adolescentes es mayor que en los adultos, ya que la infancia y la adolescencia son etapas de crecimiento y desarrollo.
El crecimiento implica un desequilibrio favorable a las reacciones de síntesis frente a las de degradación.
El desarrollo de la persona es un proceso continuo y dinámico, que depende de las posibilidades del individuo y de las condiciones ambientales.
El crecimiento es un indicador fiable de salud. Aun así, hay que tener presentes otros aspectos, durante el proceso de desarrollo, que van a influir: factores genéticos, neurológicos, hormonales, ambientales, psicológicos y sociales.
Lo mismo se puede decir de los adolescentes; en esta etapa se producen cambios importantes desde el punto de vista físico, fisiológico y psicológico, y adquieren especial importancia las necesidades de calcio y hierro. También aumentan las necesidades de las vitaminas relacionadas con la obtención de energía: tiamina (B1), riboflavina (B2) y niacina, y vitamina D por su participación en la absorción del calcio.
Por lo tanto, los aportes nutricionales deben asegurar:
– Un estado de vida saludable.
– El mejor crecimiento posible, cubriendo las necesidades que aseguren el mantenimiento del cuerpo, la actividad física, el crecimiento…
¿Qué ocurre en la actualidad?
– Cada vez se utilizan más los productos de fácil empleo (precocinados,
enlatados, etc.)
– Ha aumentado el consumo de golosinas y las comidas entre horas, que tienden a sustituir a los alimentos tradicionales. Estos alimentos suelen ser hipercalóricos y nutricionalmente pobres.
– El consumo de fibra alimentaria es insuficiente, lo que influye sobre la situación de vitaminas, sales minerales y oligoelementos y sobre el tránsito intestinal, originando problemas como el estreñimiento con alteración de la flora intestinal.
– Ha disminuido el consumo de productos lácteos, lo que conduce a menudo a un aporte insuficiente de calcio, elemento indispensable para la mineralización del esqueleto y la constitución de una reserva cálcica suficiente para prevenir la osteoporosis.
– El reparto de las comidas es desequilibrado, lo que lleva a una falta de energía, tanto física como mental.
ERRORES NUTRICIONALES MÁS FRECUENTES EN LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA
– El mal reparto de las comidas a lo largo del día va a implicar cansancio y falta de la energía necesaria para afrontar las actividades diarias.
-Existe un aumento de la ingesta calórica, al aumentar el consumo habitual de alimentos hipercalóricos (ricos en grasas y azúcares) pero nutricionalmente pobres: golosinas, bollería industrial, snacks… Las sociedades médicas y científicas, el Ministerio de Sanidad y la OMS, están alertando sobre el alarmante incremento de la obesidad en la población infantil.
– Aporte insuficiente de calcio, principal mineral constituyente de huesos y dientes, cuyo déficit puede comprometer el crecimiento. El calcio y el fósforo van íntimamente ligados en el metabolismo óseo.
– Deficiente aporte de hierro, sobre todo en las adolescentes por el aumento de los requerimientos en esta etapa de la vida. Su carencia origina anemia, disminución de la inmunidad y de la capacidad física e intelectual, además de retrasar el crecimiento.
– El zinc, en muchos casos, no alcanza las dosis recomendadas. Este mineral es el cofactor de centenares de metaloenzimas implicadas en la replicación de los ácidos nucleicos y en la síntesis de proteínas.
– Aporte insuficiente de vitaminas: A, Ácido fólico, D y grupo B, por aumento de las demandas energéticas y plásticas.