La piel

 

Muy pocas personas conocen realmente la importancia de la piel. Creemos que se trata simplemente de una envoltura que recubre nuestro cuerpo, y nada más lejos de la realidad.

La piel es un órgano superficial que reviste y protege al resto del organismo. Se trata de un sistema altamente especializado, bien organizado y que está en constante renovación.

Es el órgano más pesado del cuerpo (puede llegar a representar hasta un 5-7% del peso total dependiendo de su grosor). También es el órgano de mayor superficie hasta tener entre 1,2 y 2 m2 en un adulto de talla media.

Desde el punto de vista de su estructura y función la piel se divide en varias capas: Epidermis, Dermis e Hipodermis.

Ilustración con las partes de la piel

La epidermis es la capa más externa, proporciona una barrera impermeable flexible entre el medio interno y el ambiental y está pigmentada con lo que se protege así del daño provocado por la radiación ultravioleta. Esta pigmentación se debe a la melanina, sintetizada por los melanocitos.

La dermis se sitúa debajo de la epidermis y está constituida por tejido conectivo diferenciado, cuyo constituyente más abundante es el colágeno.

La hipodermis o tejido celular subcutáneo (bajo la dermis) consiste principalmente en tejido adiposo. Actúa como aislante de calor, sirve de protección de los órganos internos frente a diversos traumatismos y sirve de reserva y depósito energético en caso de ayuno.

La piel posee además una importante vascularización e inervación.

 

FUNCIONES DE LA PIEL

Las funciones de la piel son muy importantes y contribuyen a mantener la integridad y el equilibrio del organismo. Podemos destacar:

Barrera entre el medio interno y el externo. La piel nos protege de las influencias mecánicas (traumatismos mecánicos), físicas (radiaciones ultravioleta) y químicas del medio ambiente, con lo que evita, además, la pérdida de agua y electrolitos desde el interior del organismo.

Órgano sensorial. La piel posee multitud de receptores que le permiten el reconocimiento del medio ambiente y la defensa ante agresiones diversas (quemaduras, dolor, picor, etc.)

Órgano de depósito sanguíneo. La piel es un órgano de depósito de sangre: puede depositarse en la misma un 10% de la sangre total.

Órgano de excreción. Los principales productos excretados por la piel a través de sus glándulas son el vapor de agua, el sudor, las sustancias sebáceas y cuerpos olorosos.

Función termorreguladora. Mediante la vasodilatación y vasoconstricción vascular se aumenta o disminuye la temperatura de la piel. Los receptores nerviosos situados en la piel permiten la adaptación del organismo a la temperatura del medio circundante.

 

PROTECCIÓN DE LA PIEL

Una nutrición adecuada es fundamental para lograr una buena estructura y un correcto funcionamiento de todo el cuerpo incluida, obviamente, la piel.

La función de barrera de la epidermis está localizada específicamente en el estrato córneo (capa más superficial de la epidermis), y la efectividad de la barrera depende no solo de una queratinización normal, sino también de los lípidos epidérmicos, los cuales constituyen hasta el 10% de su peso seco. Estos lípidos derivan de los fosfolípidos de la pared de la célula y son ricos en ácidos grasos esenciales, de forma que la deficiencia de los mismos conduce a una pérdida de la impermeabilidad epidérmica normal y a un aumento de la pérdida de agua.

La queratinización también está influenciada por nutrientes tales como la vitamina A y C y otros minerales.

 

RAYOS SOLARES Y PIEL

A la mayoría de las personas les gusta el sol, y es cierto que el sol nos reporta muchos beneficios: aumenta la producción de vitamina D necesaria para el depósito del calcio en los huesos, mejora el estado de ánimo (está comprobado que en los países con poco sol la prevalencia de depresión es mayor) y, como no, nos pone morenos. El bronceado es consecuencia de la síntesis de melanina, sustancia protectora natural que absorbe la energía de los rayos ultravioleta y evita que éstos penetren más profundamente en los tejidos. Así pues, la melanina es la mejor protección que existe frente al sol.

Pero si el sol no se toma con moderación y las debidas precauciones, puede suponer un verdadero problema para nuestra salud, tanto a corto como a largo plazo.

Durante el proceso del bronceado, las radiaciones ultravioletas matan las células de la piel y alteran la función del colágeno y de la elastina. También puede producirse vasodilatación cutánea. La sensibilidad a la luz solar varía según el origen, la exposición previa y el color de la piel, pero todo el mundo es vulnerable en algún grado a los efectos negativos del sol: quemaduras, envejecimiento cutáneo prematuro y, lo peor de todo, cáncer de piel, enfermedad cuya incidencia está aumentando de manera alarmante.

 

PIELES SANAS Y BRONCEADAS

Existen evidencias de que el consumo de antioxidantes es una de las mejores estrategias para proteger la piel del sol. Recientemente se ha publicado un trabajo de investigadores alemanes en American Journal of Clinical Nutrition en el que se afirma que los carotenoides y la vitamina E protegen de las quemaduras solares y, por tanto, del cáncer de piel.

 

EL MEJOR TRATAMIENTO ES LA PREVENCIÓN. PREPÁRATE CADA VERANO.

Ilustración: http://www.adam.com